“Presidenta, Cristina presidenta”. El grito bajó de los cuatro costados del microestadio municipal de Pilar este viernes, durante el primer discurso en público de Cristina Kirchner dos meses y tres días después del intento fallido de atentado contra su vida. Buena parte de la primera plana de la dirigencia kirchnerista y las bases de la UOM le dieron un marco ideal al acto que la vicepresidenta eligió para volver a hablar estrictamente de política después de un largo tiempo y también para dejar picando definiciones con la mira puesta en las elecciones del año próximo, e incluso dejar abierta la puerta a una posible candidatura.

Por la simbología del post-atentado, por el período de silencio que dejó detrás, por la inminencia del próximo proceso electoral, por el marco y por el peso de las definiciones que dejó, el discurso de CFK de este viernes puede interpretarse como una bisagra, que abre ya una nueva etapa política, crucial tanto para la continuidad del Frente de Todos en el poder o del instrumento con que el kirchnerismo entienda que debe ser reemplazado.

A lo largo de casi 40 minutos, Cristina se refirió a su futuro político, repasó su última gestión de Gobierno hasta 2015, balanceó la decisión de conformar el Frente de Todos, elogió a Sergio Massa y a la UCR, y criticó tanto a la CGT como a los movimientos sociales. Toda una densidad que tendrá ecos en la campaña y en las decisiones inminentes que los dirigentes del peronismo tomarán en los próximos meses, antes de la conformación de las listas. Diagonales reunió los principales conceptos de la Vicepresidenta:

EL ATENTADO

“Yo también lo vi por televisión”, dijo Cristina al recordar la escena en Recoleta del jueves primero de septiembre, para hacer referencia a que “por suerte no me quedó el trauma”. Aunque, agregó, durante “en estos dos meses y tres días no podía sacarme la cabeza qué hubiera pasado si (Sabag Montiel) hubiera gatillado, en lo que hubiese sido esa imagen para mis hijos y mis nietos”. “Ni aún hoy puedo”.

La mención al ataque (“espantoso”) fue el puntapié para marcar dos ideas: que no se trató de un grupo de “descontentos”, sino de “financiados por la política” y que el poder judicial “no va a investigar”, lo que ocurrió, porque “sólo le sirvo de acusada, no de víctima”.

Quienes intentaron matarla, dijo “no estaban indignados”, sino que “era gente pagada por empresarios que se identificaron con el anterior gobierno”, en lo que fue su primera mención directa a la pista que vincula al grupo Revolución Federal, caracterizado como instigador y que recibió fondos de un grupo vinculado a la familia del ex secretario de Finanzas, Luis Caputo, al que definió como “uno de los empresarios que endeudó a la argentina”, durante el último gobierno de Mauricio Macri. “No estaban enojados con la política, tenían financiamiento. Basta con esto de los Indignados rentados, es una mentira que no va más”, dijo.

Enseguida, vinculó ese hecho de violencia política con uno de los conceptos centrales del discurso.  

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Antes, dejó una ironía sobre otro apellido de la política vinculado a la causa: el hoy diputado por el Pro, Gerardo Millman, ex mano derecha de Patricia Bullrich en el ministerio de Seguridad entre 2015 y 2019. “En definitiva esa fuerza política que dice que va a darles seguridad a los argentinos, descubrimos pusieron a conducir la Escuela de Inteligencia Criminal a una Miss Argentina”, en referencia a Carolina Gómez Mónaco, designada en esa función por el propio Millman, quien aparece mencionado en el expediente por el testimonio de un testigo que lo escuchó decir “cuando la maten voy a estar camino a la costa” . “¡Mirá vos! Yo la verdad que cuando la vi pensé que debía ser como en las películas de James Bond que la espía siempre es la más linda, bueno, pero no es así”, ironizó CFK.

EL “NUEVO ACUERDO DEMOCRÁTICO” Y EL RADICALISMO

“Necesitamos un nuevo acuerdo democrático en la Argentina”, dijo CFK y pidió que se arme una “mesa de negociación” a largo plazo “no sólo entre los partidos políticos”, sino abierta a los sectores empresarios, los sindicatos y la ciudadanía.

Ese pacto, dijo, debe buscar dejar de lado “la violencia como forma de hacer política”, y “los agravios y los insultos para suprimir al otro”. “El año que viene se cumplen 40 años de democracia”, sumó más tarde como una suerte de sugerencia de una oportunidad para convocarla.

Esa mesa de negociación debería, dijo, abordar además el problema de la “economía bimonetaria”, tema que retomó de discursos anteriores, sobre todo de este último año. “Es ineludible la necesidad de un consenso económico, que podamos discutir, no solo los partidos, los sindicatos, las centrales empresarias, todos y todas, para salir la economía bimonetaria. Es un problema grave y estructural de la economía y hay que abordarlo por fuera de los slogans”, dijo.

En otro tramo, recordó “muchos radicales acompañaron” la votación de la nacionalización del 51 por ciento de YPF, y que “del otro partido (por el Pro) votaron todos en contra”. Ese reconocimiento empalma con algunas apreciaciones similares que realizó en su momento el secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque, y con algunos puentes de diálogo y búsqueda de cercanía respecto de distintos temas de agenda a largo plazo que comenzó a ensayar el ministro de Interior, Eduardo “Wado” De Pedro.

El 2023

“Voy a hacer lo que tenga que hacer”, lanzó Cristina sobre el final, “para lograr que nuestro pueblo se organice en un proyecto de país y volvamos a ser felices”, en una reminiscencia al 9 de diciembre 2015, el día que culminó su segundo mandato. “Veía sus caras de felicidad”, dijo sobre ese día y agregó que durante su último mandato como presidenta, “los trabajadores podían ahorrar”.

Ese final de discurso fue interpretado como la posibilidad abierta de una candidatura, que fue pedida por el público, entre los que se encontraban no sólo las bases de la UOM sino dirigentes importantes del kirchnerismo como el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza.

“Lo que tenga que hacer”, sonó a clamor: las candidaturas del peronismo están más que abiertas y la intención, de mínima, fue dejar en claro quién conduce, quién decide y quién tiene la lapicera.

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LA “DECISIÓN POLÍTICA” DEL FRENTE DE TODOS

Por primera vez en mucho tiempo, Cristina dejó reflexiones sobre la conformación del Frente de Todos en Mayo de 2019. “No me arrepiento”, dijo, aunque en todo ese tramo evitó nombrar al presidente Alberto Fernández.

“Me habrán escuchado hacer críticas a funcionarios, pero las decisiones políticas hay que juzgarlas y evaluarlas en el momento en que fueron tomadas”, introdujo y describió la “situación internacional” con lo que se veía un probable segundo mandato de Donald Trump, que no fue, y una “situación regional” también adversa en ese entonces.  

“Tenía la responsabilidad de tomar una decisión y garantizar que el peronismo ganara las elecciones”, lanzó, porque lo fundamental “pasaba por frenar el endeudamiento, los tarifazos, la tutela del FMI y sobre todo la persecución judicial, también sobre empresarios y sindicalistas”, justificó.

“No me arrepiento”, insistió, aunque no tuvo elogios para la actual gestión de gobierno, ni mucho menos. Su referencia permanente fue, en cambio, la suya propia hasta 2015.

LA NOSTALGIA DE 2015, COMO CAMPAÑA

“Los trabajadores peleaban para no pagar ganancias”, dijo en un tramo que sonó a plataforma electoral: recuperar “la capacidad de ahorro”, el “salario más alto en dólares de la región” y la “la participación de los trabajadores en el reparto de la riqueza”.

Fue una de las primeras veces que habló específicamente de su segundo mandato, “que algunos dicen que no fue tan bueno como los anteriores”. “Pero hoy tenemos 17 puntos de distancia entre productividad y salario”, siguió, mientras por la pantalla pasaban diapositivas con “los números concretos”.

“Hay que discutir con los números”, insistió. “El Banco Mundial reconoció en 2012 que duplicamos la clase media”, agregó.

Una de las frases adelanta lo que el kirchnerismo puede plantear de cara a la próxima elección: “Es posible hacerlo porque ya lo hemos hecho”.

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES, MASSA Y EL PODER ECONÓMICO

Hubo, además, chicanas y centros para el resto del ecosistema peronista. La conducción de la CGT la ligó porque “no aparecían decididos a enfrentar a esa política”, en referencia a su tibia oposición al paso de Macri por la Rosada. También los Movimientos Sociales (especialmente el Evita) porque “no estaban convencidos” del experimento del Frente de Todos “por estar muy cómodos con lo que recibían”.

Volvió a quedar claro quiénes tienen su beneplácito y quiénes están en la guillotina. Abel Furlán, el anfitrión, recibió aplausos cuando CFK lo felicitó “por representar” desde su banca los intereses de su gremio.

El ministro de Economía, Sergio Massa, “está haciendo un gran esfuerzo administrando las consecuencias de lo que pasó”, dijo. Pero enseguida le dejó un reclamo: la “suma fija” que “no vaya en detrimento de las paritarias”.

“Es el Gobierno el que debe terciar, como lo hacíamos durante nuestros gobiernos”, aclaró respecto del combate de la inflación.