En un domingo gris y húmedo, con poca gente en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, Javier Milei y sus funcionarios asistieron a la conmemoración por el 215° aniversario de la Revolución de Mayo. Una celebración en la que el Gobierno quiso mostrarse sólido y compacto, pero en la que recibió un nuevo tirón de orejas por parte del arzobispado.

Tras una semana en la que el Poder Ejecutivo se vanaglorió de la victoria en la elección legislativa de la Ciudad de Buenos Aires, donde sólo 15 de cada 100 porteños eligieron la boleta de Libertad Avanza (LLA), es más lo que el Gobierno quiere convencer a la sociedad de que se eligió “pintar de violeta” al país que lo que efectivamente resuelve en materia política, social y económica. Las penurias siguen ahí latentes.

Esos aires de robustez política son los que el Gobierno quiso mostrar cerca de las 9 de la mañana, cuando la comitiva que acompañó al Presidente en los escasos metros que separaban la Casa Rosada hacia la Catedral Metropolitana hizo el tradicional recorrido que este año contó con una ausencia: la de la vicepresidenta Victoria Villarruel, a la que Milei no ve en persona desde hace más de dos meses. Quien sí estuvo a la cabeza durante el recorrido fue “El Jefe” Karina Milei, cosa que el año anterior no había sucedido.

Si bien en las últimas semanas la tensión en el binomio presidencial bajó, cosa que queda a las claras cuando el Poder Ejecutivo sufrió la derrota en el Senado por la iniciativa de Ficha Limpia y no culpó a la titular de la Cámara alta, como si lo hizo en los anteriores fracasos legislativos, está más que claro que los hermanos Milei tienen a Villarruel “freezada”. Sin embargo, en el Triángulo de Hierro que componen los Milei y Santiago Caputo ven como un gesto de tregua que la vicepresidenta no lanzara este año un espacio político que buscase competir con LLA.

Milei recibió el llamado de atención de la Iglesia más contundente de los últimos tiempos

En la misma sintonía fría se posiciona Milei con el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri, a quien tampoco quiso saludar en su entrada al tradicional Tedeum, a pesar de los últimos mensajes que Mauricio Macri le hizo llegar al Presidente felicitándolo por el triunfo el domingo pasado. El alcalde le extendió la mano, y Milei siguió impávido su camino sin mirarlo. La sintonía renovada del mandatario con el expresidente no le llegó a todos los Macri.

Ya dentro de la Catedral, el arzobispo Jorge García Cuerva interpeló al Gobierno con un fuerte discurso, de las más explícitas en los últimos tiempos, en el que bregó por una solución a los problemas sociales, la falta de fraternidad, y las dificultades económicas que afronta gran parte de los argentinos.

También estuvo presente el llamado de atención por la “descalificación, la agresión constante, el destrato y la difamación”, y la falta de expectativas que genera el abstencionismo electoral. “Argentina no está muerta, sino que a veces estamos adormecidos por la indiferencia y el individualismo”, calificó.

“Nuestro país también sangra. Tantos hermanos que sufren la marginalidad y la exclusión. Tantos adolescentes y jóvenes víctimas del narcotráfico que en algunos barrios es un estado paralelo. Tantas personas que están en situación de cáncer. Las familias que sufrieron las inundaciones. Las personas con discapacidad. Tantas madres que ya no saben qué hacer y cómo evitar que sus hijos caigan en la droga o en las garras del fuego. Y los jubilados merecen una vida digna con acceso a los remedios y a la alimentación”, resaltó García Cuerva.

Milei recibió el llamado de atención de la Iglesia más contundente de los últimos tiempos

En este pasaje, se vio una confrontación más directa entre la Iglesia y el Gobierno, solo matizados por las críticas que también iban dirigidas a las administraciones anteriores: “Argentina sangra en la inequidad entre los que se laburan todo y los que han vivido de privilegios que los alejó de la calle, de los medios de transporte público, de saber cuánto valen las cosas en un supermercado. Alejados de la gente de a pie no sienten su dolor ni sus frustraciones, pero tampoco se emocionan con sus esperanzas y su esfuerzo diario por salir adelante”.

García Cuerva fulminó la cultura del odio, principalmente engendrada por las redes sociales. “Son los haters de aquella época, los que difaman, desprecian o critican destructivamente a una persona, a una entidad o a una obra, los que odian y justifican su desprecio, el terrorismo de las redes, como decía el Papa Francisco. Hemos pasado todos los límites, la descalificación, la agresión constante, el destrato, las difamaciones parecen moneda corriente”, planteó.

La postura del arzobispo fue tajante: “Esta cultura es posible si todos participamos en su elaboración y construcción. La situación actual no permite ser meros observadores de las luchas ajenas”.

Luego de la oración final, y el cambio de guardia de Granaderos, Milei y sus funcionarios se retiraron. En sus cabezas resonaba uno de los hitazos de los últimos días luego del triunfo en la Ciudad de Buenos Aires: “tabula rasa” y a otra cosa. Incluso en estas situaciones que más lo incomodan.