Es una verdad desalentadora: no hay recetas simples y rápidas frente a problemas complejos y multicausales, como la desigualdad económica. Ninguna medida que un gobierno pueda tomar hoy mueve el amperímetro de la desigualdad. Pero la suma de acciones e iniciativas pueden, lenta pero progresivamente, crear las bases de una sociedad estructuralmente más equitativa.

Desde hace tiempo la Argentina no está yendo en esa dirección. Las estadísticas son claras: la desigualdad actual es semejante a la de hace 30 años y superior a la de hace 50. En términos de pobreza, la situación es más dramática: Argentina es uno de los pocos países del mundo en los que la pobreza hoy es mayor a la de hace medio siglo. 

El debate sobre el fracaso distributivo argentino tiene incontables aristas. Son muchas las áreas en las que ha habido pocos o ningún avance. En esta breve columna pongo el foco en cuatro factores, que a mi juicio son centrales. 

1. Estabilidad macroeconómica. Las crisis y la alta inflación tienen consecuencias distributivas muy malas, con implicancias persistentes en el tiempo. Es cierto que algunos usan la excusa de la estabilidad macro para oponerse a toda medida redistributiva, pero ignorar la fundamental importancia de mantener ordenadas las cuentas estatales y estabilizar la economía es a la larga un enfoque regresivo. Las consecuencias las estamos sufriendo hoy en día.

2. Educación. Argentina ha logrado avances en términos de cobertura educativa, pero los retrocesos en calidad son evidentes. Hay un signo elocuente: la huida de la clase media de la escuela pública. Mejorar mucho la calidad en las escuelas estatales, enfatizando el aprendizaje de saberes prácticos, es uno de los desafíos más fundamentales para reconstruir una sociedad con mayor igualdad de oportunidades. 

3. Empleo. Sostener y fomentar el empleo es una necesidad cada vez más urgente. Este objetivo puede implicar en algunos casos regular más, como para proteger el empleo ante la amenaza del creciente proceso de automatización, pero en algunos casos implica regular y gravar menos, para incentivar la creación de empleo. Implica también analizar seriamente el problema de la transición entre programas sociales y empleo privado.

4. Evasión y privilegios. Hay varias prácticas y políticas que favorecen a los estratos altos y medios en magnitudes muy superiores a lo que se gasta en políticas sociales destinadas a los más vulnerables. El control laxo a la evasión o los privilegios en contrataciones estatales millonarias, entre otros factores, favorecen a los más ricos. Y hay un sistema extendido de privilegios que benefician especialmente a la clase media: subsidios a las tarifas, impuesto a las ganancias con poca cobertura, jubilaciones de privilegio, programas como Pre-viaje. 

Argentina en muchas áreas no necesita instrumentos de política o programas nuevos. No existen políticas novedosas que otros países apliquen y que copiándolas acá podrían hacer la diferencia. En muchos casos esa diferencia se logra “simplemente” gestionando mejor. El mismo sistema tributario pero con menos evasión, la misma estructura de gastos pero más eficiente, el mismo sistema de protección social pero con mejores incentivos, el mismo gasto educativo pero mejor aprovechado, el mismo aparato estatal pero con menos prebendas, privilegios y corrupción: todo eso haría una gran diferencia.