Dado que el ciudadano Milei prometió sacudir el statu quo, conviene preguntarse —a cien días de gobierno— en qué medida el presidente Milei ha mantenido (o reforzado) su promesa frente a sus electores.

Todo conjunto de acciones tendientes a sacudir, alterar o quebrar el statu quo  se inserta en lo que los especialistas denominan teorías acerca del cambio. Son varias las teorías al respecto y, cabe advertir, muy disímiles. Sin embargo, se puede afirmar, pagando el precio de la generalización, que todas comparten un núcleo común. Aquí reunimos ese núcleo en torno a cinco asuntos: a) una metáfora que sintetice el problema (es decir, lo que hay que cambiar), b) un enmarque conceptual y/o analítico, c) la orientación del cambio, d) el (los) método(s) de intervención y, finalmente, e) el rol asignado a los agentes del cambio, en nuestro caso, los ciudadanos argentinos. A continuación, los describo, valiéndome del último asunto para concluir.

El ciudadano Milei ha sido —y el ahora presidente Milei sigue siéndolo con más claridad y contundencia— enfáticamente certero al escoger la metáfora del cambio: la “casta”. Ni antes, aunque mucho menos ahora, el presidente se ocupó por definir la alocución “casta” y, por esa razón, ha funcionado como metáfora para los problemas que él promete solucionar. Así, “los males que nos aquejan” resulta equivalente a “fracaso”, lo cual es equivalente a “decadencia” y, por ende, intercambiable con “statu quo”. Todo ello, mediante un breve paso, conduce al equivalente general “casta”, una palabra plástica que permite que gran parte de los electores tengan algún motivo, razón o interés para encontrarse atraído por esa metáfora. La palabra “casta” sirvió para descongelar lo que estaba, por varias décadas, petrificado en la opinión pública, al tiempo que solidificó lo gaseoso que flotaba en el aire y envolvía la vida de una mayoría descontenta tanto con la política argentina como con sus resultados. En resumen, ya sea por ingenio, astucia o una capacidad para usar lo que dio resultado en otros lugares (o, incluso, una combinatoria contingente de esas cualidades), el Presidente utilizó eficientemente la tesis de Epicteto: no son los hechos los que estremecen a las personas, sino las palabras que usamos para nombrarlos. Qué duda cabe: la “casta” resultó efectiva.

La metáfora del problema está estrechamente relacionada con el enmarque conceptual y hasta se podría decir que se desprende linealmente de él. En efecto, el encuadre conceptual que propone Milei para el cambio es simple, pero causal. El origen de la decadencia argentina reside en el déficit fiscal. La decadencia argentina (ineficiencia estatal, privilegios y corrupción) tendría un responsable (la “casta”), que si fuese removido (pasar del déficit al superávit fiscal) abriría el horizonte a una etapa de grandeza y bienestar (libertad e igualdad). De modo que, en la medida que los ciudadanos identifiquen el asunto de la “casta” a través de sus emociones y pasiones, la creencia epistémica sobre el marco conceptual se refuerza. De lo que se colige que el presidente, por ahora, recoge éxitos que se traducen en mayor capacidad para seguir con la agenda del cambio.

La orientación del cambio, es decir, hacia dónde se quiere ir o a quiénes nos queremos parecer como sociedad resulta, no obstante, una incógnita. El trabajo sobre lo negativo, es decir, la crítica al “colectivismo” o al socialismo, no logra cuajar en un discurso positivo. Ante esta carencia el gobierno apela a fragmentos discursivos aislados, algunas veces con pleno sentido económico (dolarización y competencia de monedas); en otras ocasiones, hundiéndose en el pasado (la Argentina de fines del siglo XIX), o en una defensa emotiva —pero abstracta— de la libertad (el discurso de Milei en Davos).

El método de intervención resulta nítido, tanto que su uso no pasó desapercibido entre la población; su punto cúlmine, quizá, fue el momento del discurso inaugural en la Asamblea Legislativa. El gobierno utiliza un método argumentativo que se remonta a Aristóteles y sus estudios sobre zoología (conocida como pars destruens/pars construens). Así, la comunicación del gobierno siempre tiene dos tiempos: primeramente, presenta ideas, situaciones o creencias relacionadas con el statu quo de manera crítica o negativa (pars destruens), tras lo cual presenta ideas, argumentos o creencias sobre el cambio de manera positiva (pars construens). La aplicación del método no resulta en algo mecánico; por el contrario, requiere inteligencia, perspicacia y audacia. El actual decreto sobre la jubilación es una muestra cabal de ello. Para el gobierno, la licuación presente de las jubilaciones existe, pero dado que la mayor licuación ha sucedido en el pasado (cuando ingresaron al sistema de reparto personas que, al menos, no tenían los aportes previsionales completos), nosotros—dice el gobierno— estamos corrigiendo, al menos, el descalabro heredado. Quizá este método se puede resumir a través de una frase utilizada por el escritor británico L. P. Hartley (1853-1972), en su novela El mensajero: “El pasado es un país extranjero; allí las cosas se hacen de otra manera”. Este método, por ahora, le brinda buenos resultados al gobierno: mantiene el control de agenda.

Finalmente, está el asunto del rol asignado a los ciudadanos en el proceso de cambio. Más allá de la ambigüedad propia que tienen los regímenes democráticos hiperpresidencialistas con respecto al rol que deben jugar los ciudadanos, el gobierno de Milei introduce una nueva zona gris: por un lado, les prescribe a los ciudadanos un rol pasivo (paciencia y comprensión), aunque, por otro lado, les propone un rol activo (defender “las ideas de la libertad”). Intuyo que el gobierno se podría sentir identificado con las palabras con las que George Washington (en el Discurso inaugural del 30 de abril de 1789) se refirió a aquel momento histórico y fundacional: "el gran experimento que se ha confiado al pueblo estadunidense". Sin embargo, mientras algunos ven a Milei como un liberal pragmático (o, en el límite, a un libertario en tierra inhóspita), otro ven en él a un populista de derecha, que hará todo lo posible para buscar la simbiosis entre “el Pueblo” y él. La pregunta, para nada menor, está abierta.