Dime de qué ríes&
Por Cristian Palacios. El motivo de la risa puede ser variado y la risa cómica resulta fundamental en nuestras vidas cotidianas para reconocernos en una comunidad de la que formamos parte, para reforzar nuestras creencias y fortificar nuestras seguridades
Reír se ríe de mucho modos, pero a grandes rasgos y con todos los peros del caso, se podría asegurar que más allá de los temas y los contenidos, nos reímos, por un lado, de aquello que nos tranquiliza, y por el otro, de aquello que nos perturba profundamente. A mí me gusta llamar "cómica" al primer tipo de risa y "humorística" al segundo. Claro que se puede reír por muchas otras razones, de nervios, de tristeza, de dolor o por maledicencia.
Uno de los capítulos más extraños de El Capital, el libro canónico y nunca concluido de Karl Marx, nos cuenta que el capitalista, aquél personaje a quien Marx hace blanco de su investigación, por definición ríe. Se ríe de todos nosotros en una risa similar a la del sabio loco que en las historietas secuestra a la chica y busca eliminar al protagonista. No hay duda de que hay algo diabólico en la risa y así lo aseguraba Charles Baudelaire, el gran poeta francés que dedicó varios trabajos al estudio de lo cómico.
Algunos siglos antes el filósofo inglés Thomas Hobbes había creído entrever en un cierto sentimiento de superioridad ante los otros el origen de toda risa. Me río de aquél que hace el tonto porque concibo mi propia superioridad frente a él, mi propio dominio de mi mismo. Este es el tipo de risa "tranquilizadora" a la que nos referíamos al comienzo y suele ser común en los medios contemporáneos, en las redes sociales y en internet. Dicho sentimiento de superioridad es también habitual en el humor político, que toma como blanco al adversario. Ese otro está sin duda equivocado. Es más está equivocadísimo. No queda más remedio que tomarlo para la chacota.
Existe sin embargo una risa de otra clase, la que se vuelca sobre uno mismo y se burla de aquello que se considera normal. Esta risa, que yo llamo "humorística", toma por objeto lo que nos es más doloroso. El caso paradigmático es el humor negro, que se burla de la muerte, el límite último de todo lo que somos. Pero también el humor absurdo tiene por víctima nuestra racionalidad. Nos demuestra que nuestros esfuerzos por darle un sentido al mundo en el que vivimos son completamente vanos. Pese a su inherente pesimismo, es este tipo de risa la que resulta, a fin de cuentas, más reconfortante, pues encuentra placer en aquello que debería producirnos dolor.
Ya no se trata de reafirmarnos en nuestras seguridades, consolidando el status quo; sino de volver a repensarnos constantemente, poniendo en cuestión todo lo que creemos. No es extraño que en uno de los períodos más oscuros de nuestra historia, revistas humorísticas como Satiricón, Chaupinela, Humor, Hortensia, hayan permanecido en el imaginario como una forma de libertad frente a una realidad opresiva, una particular forma de venganza ante un poder que buscaba someter los cuerpos y los significados. La risa cómica resulta fundamental en nuestras vidas cotidianas para reconocernos en una comunidad de la que formamos parte, para reforzar nuestras creencias y fortificar nuestras seguridades. Pero es la risa humorística, la que poniéndolo todo en duda, nos otorga un marco de libertad y locura de la que carece por completo la primera. Eso, creo yo, es indispensable.