"Negociación" de deuda externa: Argentina país generoso
Plazos y una quita con versión optimista en medio de una pandemia con grandes consecuencias económicas y el interrogante de la recuperación
En el contexto actual de pandemia y crisis económico/financiera mundial, la oferta que empiezan a presentar en sociedad las autoridades del gobierno nacional argentino al momento de escribir esta nota, me parece sorprendentemente generosa.
Cuando hablo de generosa, no solo me refiero a que es muy poco probable que la Argentina post pandemia/cuarentena se recupere lo suficiente para empezar a poder estar en condiciones de pagar en el cercano año 2023, además tengo en cuenta que el contexto de crisis actual mundial no solo implica muchos interrogantes de qué pasará con la economía y el comercio mundial en los próximos años, sino que, sin duda existe también una fuerte presión para que esta vez sí se discutan las reformas de las regulaciones y mecanismos de resolución de disputas en torno a las deudas de los países, y sobre todo los mecanismos para evitar la rueda perversa de evasión/elusión impositiva y fuga de capitales que vuelven en forma de toma de deuda por parte de los países saqueados, que son todos y ya no más los del hemisferio sur; solo varía el grado de saqueo y lo refinado de los mecanismos. Estas reformas se prometieron después del desastre del 2008 causado por el desquicio de los mercados financieros que gozan de una regulación casi nula gracias al uso de la red de guaridas fiscales, la gran banca internacional y las mega firmas de abogados y auditoría globales que facilitan y dan logística a esa timba global que ha perdido toda relación con lo productivo pero más aún con lo humano.
Por eso, el jueves 16 de abril, al escuchar las primeras declaraciones oficiales respecto de la oferta que se le hizo a los acreedores me sorprendí mucho por lo generosa de la misma. Muchos medios que trabajan para los acreedores obviamente dicen lo contrario, que es una oferta mezquina o ultrajante para los pobres acreedores, entre los cuales se sabe que hay muchos argentinos fugadores y funcionarios de los gobiernos que más daño le han hecho al país y que –obviamente- más lo han endeudado o clientes asesorados por ellos; personajes que en ambos casos usan esa misma red de guaridas fiscales para ocultar su identidad. Por cierto, sería hora que el Gobierno exija la declaración de la titularidad de las personas físicas detrás de las sociedades fantasmas como poseedores de los títulos de deuda, como una medida obligatoria para entrar en la discusión de renegociación, pero me hago pocas esperanzas en ese sentido justamente por la caja de pandora que esta condición abriría si se cumpliera.
Pero lo que más me preocupa de esta negociación generosa, disfrazada de mezquina por los acreedores y sus medios, es que la Argentina está en medio de una crisis económica local que ha sido consecuencia de un gobierno que hizo los mayores esfuerzos por endeudar al país como única política económica relevante además de las transferencias a empresas concentradas, energéticas y multinacionales de los recursos que le quitó al Estado y a la población, cuyos ingresos reales destrozó. Esa situación hoy se ve agravada por una crisis regional que incluye a nuestro principal país socio de comercio internacional, Brasil, cuya situación económico social es explosiva, con una devaluación sin precedentes en muchos años y un presidente que despide a su ministro de salud, en medio de una pandemia, después de tener enfrentamientos mediáticos y por redes sociales por semanas y que al mismo tiempo desafía y entra en choque con los gobernadores de su país por las medidas para salvar a la gente del virus y del colapso del sistema de salud. A la crisis local, herencia pesada macrista, más la crisis regional y de nuestro principal socio, se suma una crisis económico financiera mundial que plantea fuertes interrogantes sobre qué pasará con el consumo, producción y comercio global, o mejor dicho lleva a todos a preguntarse de qué magnitud será la segura caída en esas variables, pero que además incluye la caída del barril de petróleo a menos de 30 dólares, lo cual mata a nuestra Vaca Muerta, valga la ironía. Esta vaca se supone que sería una de las principales fuentes de dólares para pagar la deuda en el futuro y por un buen tiempo parece que lejos de dar leche estará como mínimo freezada…
Pero lo que más me sorprende, es que el propio presidente hace un par de semanas había declarado, para mi alegría, que "la Argentina no puede pagar un peso de deuda por los próximos 5 años" y, o lo llamaron para avisarle que eso no era recomendable/aceptable o fue sólo resultado de un exabrupto derivado de la sensación de poder que generan seguramente las extremas medidas asociadas a la pandemia; sensación que podría ser pasajera cuando lleguen tiempos de menor anormalidad y cuarentena, y sea momento de administrar la grave situación económica que le toca a la Argentina por varios años. Arrancar la negociación prometiendo pagos para 2023 y pidiendo solo una quita del 6% sobre el capital de una deuda, que en estos días ha cotizado en los mercados hasta a un tercio de su valor, no solo parece obra de un país generoso sino de una promesa incumplible sin comprometer gravemente la recuperación económica post crisis que con visión optimista podría empezar en 2022.
*Economista. Ex asesor del BCRA, ex Consejero del Consejo Asesor de la AFIP, Ex asesor del Congreso Nacional y colaborador/expositor de Tax Justice Network. Twitter: @juanvalerdieco