Después de dos años de negociaciones llegó a la Cámara de Diputados el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La trastienda del acuerdo evidenció con nitidez las prolongadas tensiones en la coalición gobernante, que había alcanzado un punto álgido con la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados oficialista y sus críticas públicas en formato epistolar al modo en que se negoció el acuerdo. El ciclo bianual de acumulación de tensiones entre el sector más ligado a Alberto Fernández y el encolumnado con Cristina Fernández de Kirchner, se expuso a cielo abierto en la larga jornada del jueves donde el oficialismo logró dar media sanción al proyecto para refinanciar la deuda con el organismo internacional.

En el reverso del amplio triunfo legislativo se puede leer una debilidad: de los 202 votos afirmativos, 126 los aportó la oposición. El Frente de Todos sólo sumó 76 de los propios, incluyendo los votos “nariz tapada”. En forma inédita en estos dos años de gobierno, el contingente oficialista evidenció un claro déficit de disciplina partidaria: de los 37 votos negativos, 28 fueron de este bloque, entre ellos los 18 de legisladores que integran La Cámpora. En este mismo sentido, se expresaron dos legisladores puntanos alineados con la posición crítica del gobernador Alberto Rodriguez Saá. 

Las grietas del oficialismo también se expresaron entre los diputados de extracción sindical que componen el bloque del Frente de Todos. Si bien la CGT había manifestado su visto bueno durante los plenarios de las comisiones de Presupuesto y Hacienda, solo tres votos positivos fueron aportados por los “dipu-sindicales”. La posición que terminó predominando fue la abstención, impulsada por cuatro legisladores de la Corriente Federal de la CGT y compartida por Hugo Yasky y Pablo Carro, dos referentes de la CTA. En tanto, fue el rechazo lo que más primó entre los legisladores que provienen de los movimientos sociales e integran el Frente de Todos, contándose los cuatro votos negativos de dirigentes de la CCC y el Frente Patria Grande. Solo los dos legisladores del Movimiento Evita, organización que mantiene internas de larga data con La Cámpora y se sitúa en el sector de mayor proximidad al presidente de la Nación, apoyó el acuerdo de entendimiento con el Fondo. Por fuera del oficialismo, votaron en contra legisladores del Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad, y los espacios derechistas de Milei y Espert. A ellos se sumó el voto en soledad dentro de su interbloque de Ricardo López Murphy.

Dentro del Frente de Todos, votaron a favor del acuerdo legisladores encolumnados con los mandatarios provinciales y quienes aparecen más cercanos al presidente, como los casos de Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro. También brindó su respaldo una figura legislativa importante como es el presidente de la Comisión de Presupuesto, Carlos Heller, históricamente alineado con el kirchnerismo. La insuficiencia de apoyo entre los propios obligó al oficialismo a ampliar los acuerdos políticos estructurando un eje centrista entre las dos coaliciones legislativas mayoritarias, cuyo núcleo duro se organizó en torno al otrora entendimiento bipartidista entre el peronismo y el radicalismo.  Como en la fallida aprobación del Presupuesto en diciembre pasado, el oficialismo contó con el apoyo de terceras fuerzas legislativas como el interbloque Provincias Unidas, los bloques SER - Somos Energía para Renovar y el monobloque del Movimiento Popular Neuquino. En tanto el Interbloque Federal, que aglutina a lavagnistas bonaerenses, socialistas santafesinos y cordobeses schiarettistas, esta vez apoyó al oficialismo, en nombre de “la responsabilidad institucional”.

Los barones de la rosca

Si bien Germán Martínez inició el trabajo terapéutico tras la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura de bloque tratando de contener y sumar adhesiones al proyecto de Guzmán, quien sobresalió en las grandes ligas de la negociación fue Sergio Massa, cobrando protagonismo en la Cámara –y en las cámaras- a medida que apremiaban los tiempos para el tratamiento y se mantenía silente el conglomerado kirchnerista de legisladores.  Gestor de la franquicia zona norte del Frente de Todos, el presidente de la Cámara de Diputados amplió su campo de operaciones centralizando las negociaciones con los bloques opositores y con los gobernadores para sumar membrecías al club del consenso, canalizando así las concesiones a Juntos por el Cambio que avaló el presidente. De este modo, el líder del Frente Renovador logró revertir así su parte de responsabilidad cuando a fin del año pasado no se logró aprobar el Presupuesto 2022.

En Juntos por el Cambio las internas fueron menos estridentes que en el Frente de Todos, acordando al final una posición común. La influencia de Mauricio Macri se filtró en el pliego de condiciones de ese bloque opositor al quedar al margen en los fundamentos su responsabilidad institucional en el fenomenal endeudamiento externo durante su gestión. Frente a la reticencia del PRO, la Coalición Cívica y el radicalismo anticiparon su apoyo para acordar con el FMI.  Si desde el oficialismo Massa se calzó el traje de Monzó en el orfebre oficio de ganar voluntades, desde la oposición Gerardo Morales hizo las veces de Miguel Pichetto desde las bambalinas del Congreso para autopostularse como proveedor de gobernabilidad. Interlocutor privilegiado de Alberto Fernández y figura urticante para el kirchnerismo, el gobernador de Jujuy reconoció las responsabilidades del gobierno de Macri en la toma de la deuda y advirtió sobre la gravedad de “caer en default”. Morales usufructuó políticamente el escenario legislativo y parece envalentonar al radicalismo para enfrentar al PRO con vistas a las elecciones presidenciales del año próximo.

En suma, la votación dividida en el bloque oficialista demostró palmariamente que el oficialismo no ha logrado activar mecanismos e instancias deliberativas para procesar internamente sus conflictos y así evitar que sus tensiones sean capitalizadas políticamente por la oposición. Los discursos públicos de los distintos sectores de la coalición gobernante –en el recinto y más allá- transmiten la sensación de que todavía los une el espanto de un posible retorno de Juntos por el Cambio al gobierno en el 2023. Pero también reflejan diferencias sustantivas de concepción sobre la capacidad de la política en la orientación del rumbo económico.

*Coautor: Joaquín Foresti, Investigador docente del área de Sociología, Instituto de Ciencias, Universidad Nacional de General Sarmiento. Twitter: @ForestiJoaquin