En una nota anterior traté de ofrecer un panorama de conjunto, aunque muy simplificado, de la dinámica electoral entre la Provincia de Buenos Aires y la Nación a través del examen de los comicios legislativos intermedios. Ahora me interesa revisar brevemente la cuestión que da título a esta nota.

La pregunta es sencilla pero obliga a una advertencia importante. Descarto de entrada una respuesta restringida: considerar solamente las veces que los y las bonaerenses se encontraron en el cuarto oscuro con Cristina “en la boleta”; más bien, me inclino por una contestación amplia: contabilizar los comicios efectuados en las últimas dos décadas, pues de un modo u otro nos reconducen a decisiones tomadas bajo el liderazgo político de la ex presidenta (o de su esposo) dentro de un mismo ciclo político y socio-económico.

Efectivamente, hay que remontarse veinte años atrás para rastrear el debut electoral de Cristina en la Provincia de Buenos Aires (antes de esa fecha había representado a su provincia adoptiva: Santa Cruz). En 2005 encabezó la lista a senadores nacionales del Frente para la Victoria, que obtuvo el 45,77% de los sufragios en territorio bonaerense. En una virtual interna abierta derrotó al duhaldismo, aglutinado en el Frente Justicialista, cuya boleta capitaneaba Hilda “Chiche” González de Duhalde, que llegó al 20,43%. Visto a la distancia las cifras asombran: Cristina duplicó en votos a “Chiche”, pero más allá de las diferencias entre ambas candidatas, las dos formaciones peronistas concentraron más del 66% del electorado provincial.

El éxito electoral volvió a acompañar a Cristina en la elección siguiente. En los comicios presidenciales de 2007 la fórmula del Frente para la Victoria, que encabezaban Cristina Fernández de Kirchner y el radical Julio Cobos, obtuvo en la Provincia de Buenos Aires el 48,24%, mientras que a nivel nacional cosechó un porcentaje levemente menor (45,28%), pero ante una oposición severamente atomizada: la Coalición Cívica de Elisa “Lilita” Carrió quedó segunda lejos con 23.05 % y en tercer lugar se ubicó el ex ministro de economía, Roberto Lavagna, con 16.91 %.

Eran los años de auge del valor global de las commodities, del crecimiento a “tasas chinas” y del Estado presente desplegando un amplio abanico de políticas inclusivas. Pero también eran los años de una inflación en aumento que abría un preocupante signo de interrogación hacia el futuro o de las primeras denuncias por corrupción que comenzaban a amontonarse en los medios de comunicación y en los tribunales. Tal vez el punto de inflexión de este recorrido lo marcó el intenso conflicto con los sectores agropecuarios por el valor el aumento de las retenciones, que terminaron en el voto “no positivo” en julio del 2008.

En ese marco, la tercera estación del recorrido ya marca un grave traspié. Luego del crucial conflicto con los productores agropecuarios y el enfrentamiento con los grandes medios de comunicación nacionales, en la elección de 2009 la coalición liderada por Francisco de Narváez (Unión-PRO) triunfó con el 34,58% por sobre el 32,11% del Frente Justicialista para la Victoria, comandado por el propio Néstor Kirchner. Aunque en esa elección el kirchnerismo apeló a las malhadadas “candidaturas testimoniales”, e incluso redescubrió sus raíces “justicialistas” (de ahí el fugaz cambio de nombre de la lista), lo cierto es que una fracción significativa del peronismo bonaerense “disidente” –con el ex gobernador Felipe Solá a la cabeza- se alineó con Macri y de Narváez, y el trío logró derrotar al oficialismo nacional.

Dos años después, el péndulo electoral volvió a la otra punta de su trayectoria. En las elecciones presidenciales de 2011 -luego de la prematura muerte de su jefe político- el kirchnerismo fue capaz de recomponer su vínculo con la ciudadanía; en parte por la recuperación del crecimiento económico luego de la crisis global desatada por la quiebra de Lehman Brothers, en parte porque fue capaz de desplegar un abanico de políticas que le dieron un nuevo impulso al gobierno (desde la “ley de medios” hasta la AUH), pero también porque el trío opositor que lo había derrotado en 2007 se fragmentó tras diferentes proyectos presidenciales. Así, la fórmula del Frente para la Victoria, integrada por Cristina Fernández de Kirchner y Amado Boudou, vivió su momento de mayor gloria: alcanzó el 55,18% en territorio bonaerense y en el total del país sumó un 54,11%, lo que le permitió ganar en primera vuelta.

En 2013, el Frente Renovador de Sergio Massa se alzó con el triunfo –con el 43,9% de los votos- por sobre del candidato del Frente para la Victoria, Martín Insaurralde, que obtuvo el 32,2%. Cabe agregar de pasada que en esa elección el kirchnerismo perdió en los cinco distritos más grandes del país, aunque contra distintas fuerzas: Provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Una consecuencia no menor de este resultado combinado es que hizo naufragar definitivamente la pretensión de reformar la Constitución Nacional, motorizada por aquellos sectores que enarbolaban –desde la Casa Rosada o desde otras usinas oficiosas- la bandera de “Cristina eterna”.

En el caso del 2015 es preciso efectuar una doble lectura. Por un lado, a nivel del poder ejecutivo provincial, María Eugenia Vidal resultó electa gobernadora con el 39.42% de los votos frente a un peronismo dividido: 35.28% de Aníbal D. Fernández y 19.26% de Felipe Solá. Por otro lado, la fórmula presidencial oficialista conformada por Daniel Scioli y Carlos Zannini perdió contra el dúo integrado por Mauricio Macri y Gabriela Michetti; por cierto, un dato no menor es que el tercero en discordia en la carrera presidencial fue Sergio Massa. Ahora bien, aunque cayó derrotado en el total del país, en las elecciones generales del 25 de octubre en la Provincia de Buenos Aires, el Frente para la Victoria sacó cierta ventaja con el 37,28% por sobre el 32,79% obtenido por la Alianza Cambiemos a nivel presidencial. Esa diferencia se redujo en la segunda vuelta, efectuada el 22 de noviembre, cuando la dupla Scioli-Zannini alcanzó en territorio bonaerense el 51,15% de los votos contra 48,85% obtenido por Macri-Michetti. Valga lo que valiere mi opinión, me anoto entre los que consideran que algunas decisiones cruciales de CFK en los meses previos a las elecciones (por ejemplo, dinamitar las negociaciones con los bonistas por la deuda externa) fueron un factor clave a la hora de explicar el resultado final en el total del país: 51.34 % para los ganadores contra 48.66 % de los perdedores.

Las elecciones intermedias del 2017 remarcan una tendencia pero a la vez nos ofrecen una peculiaridad digna de mención: el kirchnerismo vuelve a perder un comicio legislativo en territorio bonaerense, a la vez que constituye la única elección en dos décadas que Cristina perdió encabezando una boleta. Si bien le fue mejor que a su marido en el 2009 (32,11%) o que a Martín Insaurralde en 2013 (32,2%), en las dos derrotas previas, el contraste con sus mejores tiempos es llamativo: la boleta de Unidad Ciudadana arañó el 37,25%, y quedó bastante lejos del sorprendente desempeño de Cambiemos (había quedado más abajo en las PASO), que liderado por Esteban Bullrich -ex ministro de educación nacional del macrismo- obtuvo el 41,38% de los votos.

La siguiente estación de esta montaña rusa es la elección presidencial del 2019, en la que el kirchnerismo volvió a ganar en primera vuelta. La boleta del Frente de Todos, encabezada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, alcanzó el 52,4% en la Provincia de Buenos Aires, pero bajó al 48,24% en el agregado nacional contra el binomio formado por Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto (40.28%).

Las dos últimas derrotas están más frescas en la memoria: las elecciones intermedias del 2021 y la contienda presidencial del 2023. Más allá del efecto devastador de la pandemia, la larga cuarentena y los permanentes aportes de Alberto Fernández, un hilo conductor clave vincula –a mi juicio- ambas caídas: la ceguera estratégica de Cristina al negarse a encarar un plan de estabilización serio, creíble, progresivo, capaz de poner en caja gradualmente el flagelo inflacionario y que a la vez permitiera avanzar hacia una economía mediamente normalizada.

En el caso de las elecciones intermedias del 2021 se repite la tendencia perdedora del kirchnerismo en la Provincia de Buenos Aires: Diego Santilli y Facundo Manes a la cabeza de la boleta de Juntos por el Cambio obtuvieron el 39,81% de los votos contra el 38,53% de la lista del Frente de Todos, liderada por Victoria Tolosa Paz. En este punto vale recordar un dato al margen sobre algunos candidatos que se repiten y que puede tener alguna significación de cara a las elecciones de este año: en el tercer lugar apareció en solitario José Luis Espert (Avanza Libertad) con el 7,50%.

En lo que respecta a las elecciones del 2023 solamente recordaré que el gobernador Axel Kicillof (Unión por la Patria) ganó con el 44.94% contra una oposición dividida: Juntos por el Cambio obtuvo el 26.61% mientras que La Libertad Avanza alcanzó el 24.57 % (la suma aritmética entre ambas fuerzas fue de 51,18%). Ahora bien, en el contexto actual vale la pena prestar atención a lo sucedido en la segunda vuelta presidencial: en la Provincia de Buenos Aires se impuso Sergio Massa con el 50,75% de los votos, elevando algunos puntos el techo alcanzado por el actual gobernador, mientras que Javier Milei se quedó con el 49,24% de los sufragios (estuvo casi dos puntos debajo de la suma de las dos fuerzas liberal-conservadoras aliadas). No obstante esto, como es sabido, el resultado final en el total del país fue adverso al peronismo: La Libertad Avanza alcanzó el 55,69% de los votos contra el 44,3% de Unión por la Patria.

El siguiente cuadro nos ofrece un resumen–en verde los triunfos, en rojo las derrotas- de los resultados electorales del Kirchnerismo en la Provincia de Buenos Aires (2005-2023). En el caso de las elecciones ejecutivas aclaro que solamente contabilizo las cifras que arrojan las primeras vueltas.

¿Cómo le fue a CFK en las elecciones en Buenos Aires?

Fuente: Elaboración propia mediante ChatGPT

Subrayo que únicamente he tomado en cuenta los sufragios obtenidos en territorio bonaerense, con independencia del desempeño a nivel nacional de la fuerza encabezada por la ex presidenta. Si agregamos la relación Provincia-Nación el asunto se complica un poco: el esquema “gana-gana” se produjo en tres ocasiones (2007, 2011 y 2019), mientras que el resultado de la fórmula presidencial “gana-pierde” se consumó en 2015 –contra el macrismo- y en el 2023 –contra Milei.

Más allá de este último detalle, el gráfico nos muestra que en las elecciones intermedias las huestes de la ex presidenta parten de un piso electoral relativamente alto (su cota inferior fue 32,11%) con un techo que en las últimas dos décadas no ha superado nunca los cuarenta puntos (38,53%). Pero también permite captar de un vistazo una tendencia –al menos hasta ahora- persistente: fuera del contundente y lejano triunfo de CFK en aquel 2005, desde entonces hasta hoy, el kirchnerismo perdió en todas las elecciones intermedias en la Provincia de Buenos Aires a lo largo de los últimos veinte años (2009, 2013, 2017 y 2021).

Es cierto que las “tendencias” (como las camisetas en cualquier deporte) no juegan solas los partidos; pero tampoco está de más recordar esta historia a la hora de encarar los meses por venir.