En el libro El dólar: historia de una moneda argentina (1930-2019) de Mariana Luzzi y Ariel Wilkis del 2019, se establece la hipótesis la cual afirma que se puede considerar al dólar como una institución política argentina. Estos términos, “las relaciones y apuestas políticas se ven mediadas por la cotización del dólar, al tiempo que las relaciones y apuestas en el mercado se encuentran atravesados por las expectativas políticas” (Luzzi & Wilkis, 2019: 301). Esta lectura intenta tomar distancia de las explicaciones estrictamente economicistas y hasta de aquellas que reducen todo lo que incumbe al dólar a cuestiones meramente culturales. Esto se debe a que, si bien existen canales de transmisión de la cotización del dólar a los niveles de los precios internos, esto no alcanza para dar cuenta de la incidencia que las distintas cotizaciones de las divisas tienen en nuestra realidad. Por ejemplo, al momento de escribir el presente artículo las variaciones de la inflación fueron más que proporcionales que la variación en el tipo de cambio oficial y hasta del paralelo.

De las pocas cuestiones en el cual existe cierto “consenso”, es en que el mercado del dólar paralelo es de pequeña escala. Esto se deduce si lo comparamos, por ejemplo, con el mercado oficial (3 millones de dólares diarios, aproximadamente en el mercado blue contra 1000 millones de dólares diarios en el mercado oficial promedio aproximado según datos del BCRA). La pregunta que surge de esto es ¿por qué un mercado aparentemente tan chico es considerado como referencia para distintos sectores de la economía? Otra pregunta que se podría realizar es ¿cómo se determina el valor del dólar blue, si entendemos que un mercado que no deja registro ni declaraciones de las operaciones? Esto si consideramos que el dólar MEP, por ejemplo, que si incide en las expectativas del sector financiero.

En términos de expectativas, muchos sectores esperan que el tipo de cambio oficial converja a la cotización del tipo de cambio blue dado el incremento de la brecha cambiaria. Estos sectores, por lo general, tienen vínculos con el sector externo. En ese sentido, quienes consideren esta hipotética tendencia actuarán en consecuencia. Esto también cobra relevancia si se considera que no hubo un shock internacional considerable ni variación significativa del tipo de cambio oficial para tal brecha. Sin embargo, la brecha cambiaria entre las cotizaciones es utilizada como argumento por los voceros de los intereses de los sectores concentrados de la economía para presionar una fuerte devaluación de la moneda local. En este sentido, si, además consideramos que la presión puede traducirse en la acción de los formadores de precios que también intentan incrementar sus respectivas tasas de ganancias vía precios.

Respecto a estos sectores, en particular a los exportadores, es paradójico que cualquier tipo de contexto del comercio internacional debería traducirse en un deterioro del mercado interno; por un lado, cuando bajan los precios internacionales de los commodities habría que devaluar la moneda (con la eventual inflación y deterioro de los ingresos de los residentes que implica) con el fin de estimular las exportaciones. Por otro lado, cuando los precios internacionales de estos productos aumentan entonces hay que trasladar esos precios al mercado interno. Según esta lógica neoliberal, los residentes locales siempre estaríamos condenados a pagar cada vez más por estos productos.

Con lo explicado hasta aquí, se puede establecer que existe un modo de acumulación basado en el crecimiento económico con ajuste por inflación. En esta línea, una de las características de nuestra economía es la dolarización de los excedentes económicos lo cual no hace más que fortalecer la restricción externa a la cual están expuestas las economías latinoamericanas (por esto, la extranjerización de nuestras economías no hace más que acrecentar la problemática). En esta lógica entran aquellos hogares que cambian los pesos que les sobran a dólares; cómo también aquellas empresas, con gran capacidad de absorber pesos, que forman activos externos de manera compulsiva. Por otro lado, hay sectores exportadores (en función de la visión del dólar como institución política) cuya decisión aparentemente económica, cómo lo es la liquidación de divisas, toma un carácter político hacía el conjunto de la sociedad.

Lo que podemos establecer es que, si bien la cotización del dólar es importante en distintas partes del mundo, en Argentina toma un carácter particular en la medida que conjuga prácticas políticas y de mercado. Periódicamente la solución de los distintos equipos económicos es proponer a los sectores exportadores una serie de beneficios y regímenes especiales. La pregunta sería ¿cuándo los incentivos son valorados para estos sectores que ya de por sí son beneficiados por el modo de acumulación establecido y que necesitan de un tipo de cambio alto para liquidar las divisas? Mientras que para el grueso de la población se propone ajuste fiscal, pérdida del poder adquisitivo de los ingresos y aumento de tarifas.