La calma previa a la tormenta siempre viene acompañada de incertidumbre de cuándo y cómo procederá la catástrofe. Pareciera que de igual manera sucede momentos de cara a las elecciones.

La economía argentina se caracteriza por ser muy volátil. Momentos de auge, seguido por largos períodos de decrecimiento, o en el mejor de los casos de estancamiento. Y este año parece no ser la excepción; no solo por cuestiones económicas, sino además se agrega a la agenda una incertidumbre en cuestiones sanitarias.

Las expectativas de mercado prevén poca estabilidad para los próximos meses. La inflación esperada para 2021 ronda el 48,2%, valor muy por encima al proyectado en el presupuesto de este año. Se prevé un aumento generalizado de precios superior al 2,7% mensual para el nivel general y por encima al 2,9% para inflación núcleo, es decir, sin tener en cuenta aquellos productos y servicios cuyos valores dependen de la época del año.

La tasa de interés nominal correspondiente a depósitos a plazo fijo en bancos privados y de más de un millón de pesos (BADLAR) ronda el 34,1%, alcanzando un valor esperado estable para este año y comienzos del 2022.

El tipo de cambio nominal mayorista (peso con respecto al dólar) se ubica en $97,6 para Agosto, con un valor esperado para fin de año de $107.  Además, para fines de 2022, el mercado espera un valor mayorista de $154. Relacionado al tipo de cambio, las exportaciones esperadas para fines de este año rondan los 68.000 millones de dólares, mientras que las importaciones se acercan a 55.000, ayudando a alivianar la presión cambiaria con entrada de divisas.

El nivel de actividad esperado ronda un crecimiento del 6,8% con respecto al año pasado, aunque recuperar valores del producto previo a la pandemia llevará varios años de crecimiento estable. Para el año próximo se espera un crecimiento del 2,4%, y 2023 del 2,5%; tres años consecutivos de crecimiento económico son expectativas muy optimistas para un país tan volátil.

Toda política económica, sea monetaria o fiscal, tiene como fin último la mejora en las condiciones sociales, destacándose la reducción de la pobreza y la tasa de desempleo. Con respecto al porcentaje de la población que se encuentra por debajo de la canasta básica total (tasa de pobreza) se ubica en el 42% para el segundo semestre del 2020, valor casi 7 puntos porcentuales arriba en relación con la etapa previa a la pandemia. Sin embargo, el desempleo esperado para fines de 2021 se encuentra en 10.7% de la población económicamente activa, valor que tardará varios periodos de crecimiento y necesitará grandes incentivos para insertar individuos en el mercado laboral.

En ese sentido, las expectativas están muy atadas a los posibles resultados de las elecciones. Sin embargo, sea cual sea el resultado, es necesario incentivos importantes para recuperar lo perdido, en los que se destaca una macroeconomía saludable con aumento en los ingresos reales.

*Licenciado en Economía (UNSAM). Magister en Econometría (UTDT). Becario doctoral del Centro de Investigaciones Macroeconómicas para el Desarrollo (CIMaD). Profesor universitario. Twitter: @FedeFavata. En co-autoría con Enrique Dentice: Economista. Director del Centro de Investigación y Medición Económica (CIME) de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).