El dólar ha vuelto a ganar los titulares de los diarios. Sus diferentes cotizaciones se siguen como los resultados del fútbol, casi en tiempo real. ¿Esto sólo afecta a los especuladores, a los que tienen acceso a la divisa verde? ¿Cómo pega en el bolsillo del común de la clase trabajadora?

Comencemos por el principio: ¿qué dólar? Porque es verdad que tenemos una proliferación de denominaciones y cotizaciones. Tenemos el Blue, que llegó a “picar” la semana pasada hasta los 350 pesos, para luego acomodarse un poco más abajo, cerca de los 330 (por supuesto, dependiendo de cuando se lea esta nota todos estos números pueden haber cambiado, dada la volatilidad). Es el dólar que vocean en la calle los arbolitos, el que se consigue en las “cuevas supuestamente ilegales”, o el que cambian los conserjes de los hoteles a los turistas. Es verdad que es un mercado numéricamente pequeño, de aproximadamente 50 y 100 millones de dólares por día. Su importancia no es de volumen, sino de expectativas: es el que miran los comerciantes para remarcar sus precios, el que marca el “humor” de la calle.

Mucho, muchísimo más importante, son los dos tipos de dólares que utilizan las empresas o aquellos con mayor capacidad económica para adquirir divisas: el MEP y el CCL (“contado con liqui”). En ambos casos se trata de una operatoria legal relativamente simple: se compran bonos dolarizados en pesos, y luego, lo más instantáneamente posible, se los revende en dólares. En el MEP los dólares obtenidos quedan en una cuenta local; en el CCL en una cuenta en el exterior, por lo que obviamente este último es mucho más útil para fugar divisas. Por eso el CCL es más caro que el MEP, e incluso normalmente (pero no siempre) unos puntos por encima del propio Blue. Estos mercados paralelos, son mucho más importantes que el Blue, ya que mueven diariamente un promedio de diez veces más. Por eso, si queremos preguntarnos por cual es el mejor valor del dólar “paralelo” en la Argentina, el número recomendable a mirar es el del CCL.  El movimiento de esta cotización influye sobre los precios y las remarcaciones ya no sólo por el mero efecto “expectativas” (como el Blue), sino también porque muchas empresas que no pueden acceder al dólar oficial recurren a comprar al CCL, que cada vez más es un factor importante en los costos de los bienes.

Por otro lado, tenemos el mercado “oficial” o estrictamente “legal”. Que también está abierto en un sinfín de cotizaciones. El más importante, por volumen (casi 100 veces más que el Blue), es el mercado mayorista. Es al que tratan de acceder los importadores, hoy alrededor de 130 pesos por dólar. Claro que las limitaciones, permisos, prohibiciones y demoras hacen que este dólar “barato” y “deseado”, no sea alcanzado fácilmente. Pero ahí está la auténtica brecha: hoy, hay una diferencia de 130% entre esta cotización y la de los mercados paralelos (blue y CCL). Con semejante diferencia, los especuladores tratan de aprovecharse: sobrefacturan importaciones (para hacerse de esos dólares baratos de más y luego revenderlos en el paralelo), subfacturan exportaciones (para no tener que liquidar a ese valor) y todo tipo de operaciones (legales o ilegales) mientras presionan por “cerrar la brecha” vía una devaluación.

Dos problemas más complican la comprensión. Existe además el sinfín de cotizaciones minoristas, como los dólares a los que se puede acceder con un cupo de hasta 200 pero sumándole impuestos (dólar “solidario” o “ahorro”, cerca de 225 pesos), el dólar “tarjeta de crédito”que suma además impuesto a las compras en el exterior (alrededor de los 240 pesos). Este es el dólar que tienen en cuenta los argentinos que hacen turismo en el exterior. Finalmente, tenemos el tema que, al dólar mayorista oficial, los exportadores deben restarle el porcentaje de retenciones, que varía según el producto. El más significativo, la soja, crea una cotización de hecho de 98 pesos por dólar.

¿A qué se debe este sinfín de cotizaciones, y por lo tanto el caldo de cultivo de mil y un maniobras para arbitrar entre ellas y hacer diferencias millonarias? Básicamente a que no hay dólares, a que las reservas están en caída libre estructuralmente, desde hace varios años, y que actualmente, ya se ha llegado a una situación de virtual quiebra del Banco Central. Precisemos, no hay dólares no por un problema de balanza comercial. Las cotizaciones de las commodities que vende Argentina están altas y este año se alcanzará un récord de exportaciones, ciertamente limitado por un exceso de importaciones, generado principalmente por el precio del gas que se trae del exterior. El gran problema de nuestro país no es comercial. Es netamente financiero: es el fenomenal e impagable endeudamiento externo. No importando que esté nominalmente en pesos o directamente en moneda extranjera, termina siempre repercutiendo sobre las reservas: la demanda de divisas es infinitamente superior a la oferta. Esto es lo que repercute sobre toda la economía real, en primer lugar, provocando la devaluación del peso argentino y consecuentemente, realimentando la inflación.

No hay salida mientras sigamos girando en la rueda de un endeudamiento impagable. No hay plan viable si su centro es ajustar para pagar en un futuro cercano, como hemos firmado con el FMI. Por eso, el primer paso es suspender inmediatamente los pagos de deuda y romper el acuerdo con el Fondo. Por supuesto que a esto hay que sumarle un real control del comercio exterior y del sistema financiero, nacionalizando estos recursos, para que entonces sí, las divisas, recurso escaso sin duda, se apliquen coherentemente al servicio de atender las más urgentes necesidades del pueblo trabajador.